lunes, 7 de septiembre de 2009

La vieja niña...

Escribía mi nombre en un folio, con mala letra... cuando mi mayor ilusión era que mi abuelo me regalase pinturas para poder colorear el cuaderno de dibujos que me había traído, cuando llegaba a mi casa y me sentaba a ver la tele esperando ansiosa a que viniese mi padre del trabajo, oiría como se cerraba la puerta y correría hacia sus brazos para darle mil besos mientras él me levantaba en el aire y me contaba cómo le había ido el día, cuando tenía miedo de que me echaran una pequeña bronca por no haber aprobado un simple examen de sumas y restas, de sentarme con mi madre en la cocina y mientras ella preparaba esa deliciosa cena yo le contaba cada una de las cosas que por aquel entonces, para mí, eran un mundo... cuando esperaba que llegase el fin de semana para sentarme a ver una película de dibujos animados junto a las dos personas más importantes de mi vida, el jugar en el pasillo con mi hermana remando con nuestra barca, que tan solo era una caja de cartón a la que nosotras le habíamos puesto toda nuestra imaginación... esa tarde de diciembre que me llevaban a ver la cabalgata subida a los hombros de papá para que pudiese ver mejor a los tres reyes magos, la noche anterior al día 6 de enero en la que salía a dejar comida y bebida en el balcón por si acaso alguien venía a dejarnos algún regalo, irme a dormir temprano para estar despierta a las siete de la mañana y abrir los regalos que estaba segura me esperarían bajo el árbol que, con tanta ilusión, habíamos decorado al principio de las vacaciones... ese día en el que vuelves a comenzar junto a los que en un futuro sustituirían a tus padres a la hora de pasar tu tiempo en la calle, el comienzo de ser más independiente a esas personas que te habían estado explicando cada uno de los significados en esta vida, el por qué de los hechos a los que yo no encontraba ningún sentido, los que sin duda han estado ahí apoyándome incluso en los momentos en los que creía que ni me comprenderían. Los primeros gritos, las primeras discusiones, frases que nunca pensaba haber dicho, días de silencio a la hora de comer, no saber qué decir, ni de qué hablar cuando se va en el coche hacia casa de los abuelos, tal silencio que se cubre de la música que cada persona escucha independientemente… Planes por separado, menos tiempo juntos, menos comidas en familia… más egoísmo. No saber ni cómo provocar ese acercamiento que sabes que ya se ha perdido… dolor al ver enfrente de ti a la persona que tantas veces te ha repetido que eras su ojito derecho y no saber que decirle, ni que ni siquiera te salga espontáneo darle el más fuerte de los abrazos a pesar de que por dentro no haya cosa que más desees y necesites. Sentir que nadie te comprende, todo el mundo en tu contra, repitiéndote constantemente que tienen más sabiduría que tu adquirida con el paso de los años, exigencias bajo su techo, ese que antes dabas por sentado que era de todos, más gritos, más discusiones, la distancia se agranda, los sentimientos siguen donde lo estaban en un principio, solo que escondidos tras tantas capas de dolor y rabia causadas en las diversas peleas. Pasado el tiempo, observando que no hay nada que cambie a pesar del tiempo transcurrido… descubro ser la vieja niña de una infancia llena de recuerdos felices, rodeada de las dos personas que ahora solo noto distantes, y que siente temor al no poder cambiar aquello que ella tanto desearía… volver a su infancia

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